Arquitectura y patrimonio

Una reforma para la plaza del Ayuntamiento… ¿pero una plaza para quién?

El debate infinito en torno al tipo de plaza que la ciudad quiere darse para sí, sigue omitiendo para qué tiempo se concibe la plaza. Si la ciudad que ha habido hasta ahora o la que está por llegar

  • La fachada del Ayuntamiento, en una nochevieja.
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VALÈNCIA. La discusión en torno a la plaza del Ayuntamiento, al margen de la habitual afición local por flagelarse, es reconfortante. Aunque a paso de tortuga, la ciudad afronta con un cierto intercambio de ideas qué tipo de plaza quiere para su propio futuro. Una ciudad que se da unos cuantos años para definir qué quiere en su kilómetro cero merece una justificación: debe ser una obra que permanezca durante muchas décadas.

 

Ese debate -la Plaza con esta u otra forma, la Plaza con sorpresa- lleva años bajo el sesgo de la política de render: la idea de obtener una foto fija. El reinado de la postal. Once millones para reformarla, una fuente con playa, más o menos arbolado, una remodelación por fases, un guiño a Goerlich (desde luego el arquitecto merece mayor peso en su ciudad). Un proceso encaminado a resolver qué plaza, en su sentido más físico. 

 

En cambio, hay un elefante en esa habitación hecha plaza. Un elefante cuya presencia se evita, como si su tamaño pudiera disimularse bajo el manto de la infinidad de eventos estratégicos: ¿para qué es la plaza?, ¿para quién es?, ¿qué tipo de ciudad espera esa plaza? ¿Para qué tiempo se concibe la plaza?, ¿para la ciudad que ha habido hasta ahora o la que está por llegar?

 

El período en el que se define su fisonomía (por tanto, su personalidad) coincide con un momento de encrucijada en el que urbes como València definen qué tipo de lugar van a ser, ya sea por acción o por omisión, en una fase de cambios profundos y acelerados. 

 

Sorprende, por eso, que apenas haya referencias a los usos de la plaza. Apenas miradas a cómo la plaza va a encajar con algunos de sus edificios (los de uso público, qué menos). Por el contrario, la relación entre plaza y edificaciones se somete a la misma relación que una playa respecto a un balcón en primera línea. Una discusión basada en la altura y frondosidad justa de la arboleda para que no impida ver las fachadas. Un buen indicativo de hasta qué punto se encara de forma pasiva el reto del tipo de plaza por alcanzar.

 

  • Simulación de la renaturalización de la Plaza del Ayuntamiento. -

 

La plaza será el espejo del entorno humano que exista a su alrededor. No tener vocación de que la plaza influya en el tipo de actividad que se desarrolla cerca suya iplica el peligro de dar forma a una vasija decorativa. El exceso de forma sobre el fondo es la evidencia de que, a este debate, se le ha sustraído el punto más crítico. La escasa capilaridad de la ciudadanía local con el centro de su ciudad. La percepción, extendida, de que es ese cogollo urbano es ajeno al transcurrir de una ciudad real. 

 

La plaza del Ayuntamiento, por ser un proyecto de iniciativa pública al completo, debe -y merece- ser el antídoto frente a la homogenización. Debe imantar a los vecinos de la ciudad: presentar motivos por los que la ciudadanía sienta que puede formar parte de ese espacio. En ese sentido, y dejando aparte el destino tortuoso de la instalación, el pabellón que se ubicó durante la Capital Mundial del Diseño, en 2022, sirvió de pequeña muestra, a modo de laboratorio, de cómo la ciudad puede marcar su agenda a partir ofrecer contenido a múltiples colectivos (lo fue en ese caso para el del diseño, podría serlo para muchos más). 

 

Por poner ejemplos, cómo el edificio del Rialto no tiene una extensión de sus actividades sobre la propia plaza. Cómo la antigua sede de Correos -tan cara, tan poco rentable-, no tiene un uso emparentado con la propia plaza (convertirla en un museo para visitantes confirmaría la visión del la plaza del Ayuntamiento como un circuito de paso). Hay una punto estrambótico en que, mientras que algunos proyectos que sedimentan industria local en los alrededores de la plaza (desde medios de comunicación hasta estudios creativos), están marchándose de este entorno, la plaza no se plantee qué puede hacer para frenar esa deriva. 

 

Las ciudades con dinamismo, como es el caso de València, andan eligiendo entre si únicamente quieren ser lugares para el tránsito o lugares con comunidad (cuando no se decantan, también eligen, por omisión). El emblema central de València no puede saltarse esa elección. Por mucho que elija unos u otros maceteros, más o menos árboles, una playa o un iglú, el elefante seguirá estando allí. 

 

Estará bien conocer de una vez por todas qué tipo de plaza quedará para los próximos años, pero es más relevante saber para quién, para qué, para qué tiempo, será esa plaza. 

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