Arte y fotografía

Paula Bruna: "La creatividad es fundamental para el conocimiento científico"

La ambientóloga y artista abre el festival 10 Sentidos con 'Embolismo por Soleá', un proyecto que conecta el flamenco con los árboles

VALÈNCIA. Las conexiones entre un árbol y el cante flamenco son más de las que uno pudiera pensar, un bosque que puede ser escenario y unas palmas que hablan de sequía. Esta singular unión es la base de Embolismo por Soleá, el proyecto de la ambientóloga y artista Paula Bruna que se encargará de inaugurar la próxima edición del festival 10 Sentidos, que se celebra del 9 al 22 de mayo. El claustro gótico del Centre del Carme se convertirá entonces en bosque y tablao flamenco para desplegar un proyecto que se asienta sobre una investigación que parte de la sequía del árbol, que provoca unas burbujas de aire que taponan sus vasos conductores, formando una embolia similar a las que sufren los humanos. A su vez, estas burbujas emiten un singular sonido que se conecta con el flamenco. 


La pieza forma parte de un universo creativo en el que Bruna teje hilos invisibles entre la práctica artística y la ciencia, o más bien desvela los existentes, un trabajo que se centra en la interacción entre la sociedad y el ecosistema, adoptando puntos de vista que trascienden el antropocentrismo. Esta particular -y radical- mirada a la convivencia del ser humano con el ecosistema en tiempos de emergencia climática quiere hacernos repensar nuestro lugar en el mundo, una reflexión que, por lo pronto, suena a cante flamenco.
 

- ¿En qué momento da el paso de las ciencias ambientales al arte? 

 

-Es una pregunta difícil de contestar porque fue muy fluido. A nivel personal no he hecho ningún cambio, siempre he tenido ese interés por la ecología y esa emoción que, quizá, desde la ciencia se veía más capada. Siempre he tenido un interés por el arte aunque no lo pudiera desarrollar de joven, pero no creo que haya cambiado, investigo lo mismo, aunque ahora de una manera más libre. 
 

- Parece evidente lo que puede aportar el conocimiento científico a la práctica artística, pero, ¿qué puede aportar la reflexión artística a la ciencia? 
 

-Puede aportar todo y nada. Todo en el sentido de que en realidad esta separación es ficticia. Los científicos somos personas y tenemos una emoción, sobre todo en campos como puede ser la ecología. Nadie se pasa años estudiando los pétalos de una flor o cómo se mueve un insecto si no hay un amor ahí, si no hay una emoción. Con lo cual, toda la parte artística de la ciencia, aun velada, reprimida, es fundamental para la ciencia propia. La creatividad, la imaginación, es fundamental para el transcurso del propio conocimiento científico. A la vez aporta nada porque a veces se le pone mucho peso al arte, se piensa que con él se va a entender todo, van a llegar las cosas desde otro lugar... 
 

-Una de los pilares de su investigación es dar respuesta al antropocentrismo, alterar esas estructuras de pensamiento.
 

-El antropocentrismo viene de la cosmovisión que tenemos en la sociedad occidental en la que durante mucho tiempo la especie humana se consideraba -y se sigue considerando- la cúspide de la creación de los seres vivos de la Tierra, desde la misma versión que nos ha llegado de los textos bíblicos: Dios creó al hombre -no al humano, al hombre- y a la mujer la creó en su servicio, y por debajo a todos los animales y seres vivos del planeta. Nos hemos formado como sociedad con esta consigna. Por eso nos pensamos la especie más inteligente, la que es capaz de muchas cosas que los demás no pueden. Incluso ahora muchas corrientes que miran hacia otros seres vivos dicen aquello de que también son inteligentes, pero esta idea es también antropocentrista. Vemos el mundo hecho por y para para nosotros.

 

Por eso las visiones de futuro que tenemos, en el caso de que se vuelva un mundo catastrófico y no podamos habitarlo, hablan de que simplemente nos iremos a otro planeta, lo transformaremos como si fuéramos dioses y ya está, como una escisión total con el mundo natural. Esta es la visión que habitamos y que se ve muy patente en películas, en la cultura popular, y que impregna la manera en la que tenemos de relacionarnos con los otros seres vivos y también en las ciencias. Se habla ahora mucho, por ejemplo, de capital natural, un término que está muy de moda en el circuito ambiental para referirse a los demás seres vivos o a los demás sistemas naturales. También hablamos de servicios ecosistémicos, que son aquellos servicios que los ecosistemas nos dan a nosotros los humanos. Es una perspectiva súper antropocéntrica.

 

-Hablamos de esas distopías que dominan en los productos culturales contemporáneos, pero, ¿hay lugar para la esperanza, para la utopía?

 

-Está esa frase de Fredric Jameson que dice que "es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo". No tenemos referencia de otro sistema y este nos está llevando a la catastrófe, pero yo no quiero estar ahí. Al final la utopía es la otra cara de la misma moneda y tampoco resultan demasiado alentadoras porque, al fin y al cabo, son siempre lugares inaccesibles. Por lo tanto yo creo más en una convivencia desde otro lado. Por eso el proyecto que presento en 10 Sentidos lo que propongo es, a través del flamenco, compartir la vida, con sus penas y sus contradicciones, con sus lamentos y con sus alegrías, con el estar vivo y todo lo que eso significa. Compartirlo de una manera incluso festiva. El flamenco hace eso, convierte un lamento en una fiesta. 
 

-‘Embolismo por soleá’ conecta esos sonidos flamencos con la sequía del árbol, ¿cómo se conectan estos dos elementos culturales aparentemente lejanos?
 

- Me encanta que hayas dicho dos elementos culturales porque es cierto, hablamos una conexión entre la cultura flamenca y la cultura árbol. Se dio un poco por casualidad. Un amigo ecólogo, Jordi Martínez Vilalta, compartió conmigo estos sonidos porque era conocedor de su potencial, pero no sabía qué hacer con él. En mi casa se escuchaba mucho flamenco y, al oír ese sonido, me encajaron. Fui al Laboratorio de Investigaciones de Flamenco, en Barcelona, y sobre él se pusieron a cantar. A partir de ahí empecé a encontrar muchísimas analogías entre la cultura flamenca y la cultura árbol, más allá del sonido, había muchas más cosas que respaldaban esa sintonía, ese entenderse uno con el otro.

 

-¿Me puede poner algún ejemplo sobre esto?
 

- Por ejemplo, el material. En el flamenco hay muchísima madera, del cajón a los zapatos, las castañuelas, el tablao o la silla. Todo es de madera. Se habla de los palos del flamenco, las raíces del flamenco... hay muchas palabras que tienen que ver. Además, se dice que el flamenco se forjó como cultura periférica a una cultura mainstream de la época, de la misma manera que creo que la cultura de los no humanos está también al margen de una cultura mainstream antropocentrista. Hay una soleá muy famosa que dice: presumes que eres la ciencia, pero yo no lo he entendido así, porque siendo tú la ciencia, no me has comprendido a mí. Esto mimo lo podía decir también el árbol. La estética científica es muy flamenca también. Se utilizan pigmentos rojos para ver los cortes a microscopio, mostrando esos conductos redondos como si fueran unos lunares de una bata de cola.


 

- Esta edición de 10 sentidos llega bajo el lema ‘Naturaleza viva’ como respuesta a la emergencia climática, para tratar de avivar la conversación.
 

- Es necesario y es urgente, pero es que hace 50 años que es urgente. Desde el punto de vista de la supervivencia de sociedad, es urgente que empecemos a romper con ese antropocentrismo y entender que la convivencia es necesaria para nuestra supervivencia. Pero también a nivel individual es urgente. La sociedad en la que vivimos te individualiza y te aísla, es importante volver a sintonizar, darte cuenta con quien estás viviendo, de que formas parte de una red de seres vivientes. Cuando voy al bosque, por ejemplo, no lo veo como un lugar que estudio, sino como un lugar que también me estudia a mí. Tanto a nivel social como individual es urgente ese resintonizar. 


-En ciertos foros o instituciones también se da ese ‘greenwashing’, ¿se ha encontrado con mucho de eso?

 

-Es cierto que hay evento que lo usan para rellenar un programa con un mensaje que está de moda, para hacer check, sea con el ecologismo, con el feminismo… Esto es muy triste, la verdad. Luego me he encontrado también discursos que podían estar, digamos, alineados, pero que no han salido del antropocentrismo, que hablan de volver a mirar a las plantas para ver qué nos pueden. No se trata de qué nos pueden dar a nosotros, se trata de cómo aceptar la vida tal y como es. ¿Qué pasa si esa planta no te puede servir? Entonces, habiendo proyectos que pueden ser súper interesantes, yo no estoy alineada tanto ahí. A mí me interesa un posicionamiento un poco más radical, que es entender la vida como es, sin juzgar lo que nos sirve y lo que no. También por eso tengo proyectos que ponen en cuestión la convivencia con especies que no nos gustan, porque también eso sucede, no todo son películas Disney, evidentemente. Es interesante ver cómo gestionamos eso.

 

- Ha usado un verbo que es servir, que remite un poco a esa idea de utilidad capitalista, ¿no hay cambio sin una visión holística?
 

-Totalmente. Es un cambiar de cosmovisión. Volviendo a la frase de Fredric Jameson, si la tiras un poco más para atrás lo que dice es que "desde el lugar desde el que lo pensamos es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo". Es ese lugar donde lo pensamos desde donde llevamos 50 años sabiendo cuáles son las catástrofes que nos esperan y no podemos cambiar porque lo que no hemos cambiado es de cosmovisión. Es justamente ese cambio holístico el que es necesario, sin garantizar nada, pero si algo puede cambiar tiene que ser cambiando precisamente el lugar desde donde lo pensamos.

Recibe toda la actualidad
Valencia Plaza

Recibe toda la actualidad de Valencia Plaza en tu correo