VALÈNCIA. El guionista, director y montador de cine catalán Marcel Barrena es incapaz de crear mirando tan solo a un lado de la historia, prueba de ello son sus películas y el debate social que generan. Le importa el diálogo que queda en las salas tras la proyección, como ha pasado con su último gran taquillazo: El 47, que relata la historia del conductor de autobús de la línea 47 que se atrevió a “secuestrarlo” para que Barcelona se tomara en serio a los habitantes del barrio de Torre Baró. Las claves para generar su cine son combinar humanismo, arte y cultura. 

De la historia tras El 47 y otras más ha conversado en el festival valenciano Fronteras, en el que se mezclan todo tipo de artes con la música. La semana pasada Barrena se reunió con sus espectadores en una charla de “tú a tú” -dentro del ciclo Cafés con… del festival- que le precedía a su conversación con Las Entendidas y Arnau Bataller sobre la música que acompaña a El 47. 

Para comprender su cine y por qué “se dedica a esto” el director analizó junto a sus espectadores el por qué de sus películas y la emocionalidad que hay tras estas. Basándose en historias reales Barrena ha llegado a componer relatos que describen a sus protagonistas a través de quienes les rodean, una foco que para él es clave para conocer los objetivos de quienes le acompañan: “Sus historias se pueden construir a través de quienes les acompañan y quienes les ven. Busco evocar emociones en el espectador contando historias sobre personas reales que me conmueven”.

Por ejemplo, en su primera película documental, Mòn Petit siguió por el mundo a Albert Casals, un joven que viajaba por todo el mundo con la cartera vacía y acompañado tan solo por su silla de ruedas. En el año 2011 se atrevió, junto a Dani Rovira, David Verdaguer, Clara Segura y Karra Elejalde a adentrarse en la historia de un paciente con esclerosis múltiple obsesionado con correr una triatlón Iron Man. La película, basada en la historia real de Ramón Arroyo  -a quien interpreta Rovira- ha sido “recetada” por médicos a los pacientes para explicar la esclerosis múltiple.

“Es increíble el poder del cine y la fuerza para contar relatos. Una película es capaz de encapsular una experiencia y una historia como no puede hacerlo un libro o una canción, el cine con su mecanismo de empatía puede ayudar a generar discursos muy complejos”. Estos discursos, el debate que hay tras el visionado y en las nominaciones a los premios ha sucedido también con su película El 47 que consiguió cinco de los catorce premios a los que optaba, entre ellos el de mejor película, un premio que compartió ex aequo con La infiltrada. 

De esta película confiesa haber descubierto que el cine “es el mejor mecanismo de humanidad que existe” y condensa su fuerza a través de las imágenes. “El cine logra comunicar de manera muy humana lo que nos pasa y con su mecanismo de empatía puede ayudar a generar discursos complejos”, destaca el director. Del rodaje de Mediterráneo, película que pone el foco en la crisis de refugiados en el mediterráneo y sobre la creación de la ONG Open Arms: “Si me voy a dedicar durante cinco años de mi vida a un mismo tema necesito que me emocione y que me conmueva. Quiero que haga aprender a los espectadores y me gusta la idea de que pueda llevar a la acción. El cine es pólvora para el pensamiento”. 

Sobre la responsabilidad social de sus películas apunta que hacer películas sobre personajes reales le ayuda a ver que aún hay esperanza en el mundo y que “aunque requiere de mucho trabajo de investigación” es increíble para sacar a la superficie todo tipo de sentimientos que estaban en un plano más subterráneo. Respecto a El 47 y su gran “boom” que, confiesa, no se esperaba se ha llevado más bien una decepción al ver la cantidad de personas “ultraderechistas” que hay en su tierra, en Catalunya “que hablan su idioma y que pasan desapercibidas”.