El jefe del Consell se queda a mitad de camino en su intento de liberarse de la herencia recibida. Uno de sus grandes errores estratégicos, recuperar a Lola Johnson
VALENCIA. El presidente de la Generalitat y líder del PPCV, Alberto Fabra, se enfrenta a una recta final de la legislatura plagada de trampas y obstáculos judiciales que salpican a la formación 'popular'. Al margen de los ya conocidos Gürtel, Nóos, Brugal o Emarsa, este viernes irrumpió definitivamente una de las causas que, como ya avanzó este diario hace casi un año, se había convertido en una de las principales causas de temor en Presidencia de la Generalitat.
Si bien la querella redactada por la Fiscalía no implica al jefe del Consell, sí señala inequívocamente a su predecesor, Francisco Camps, y a la que fuera alto cargo con ambos presidentes, Lola Johnson. Una circunstancia poco tranquilizadora para Fabra a la espera de cómo avanza este proceso judicial.

El caso Valmor es un paradigma de lo ocurrido a lo largo de la legislatura con Fabra al mando. Un presidente que ha tratado de controlar el Consell y el PPCV desmarcándose de la herencia recibida pero que, al mismo tiempo, ha cometido errores estratégicos que le han devuelto a la casilla de salida tras haber atravesado abruptos senderos.
Ahora, a cinco meses de las elecciones, el presidente trata de hacer valer su bandera de la línea roja contra los casos de corrupción ante el torbellino judicial que se le viene encima: la estrategia del desmarque puede ser tardía ya, más aún cuando casos como el de Valmor, cuyo peso es cierto que recae sobre Camps, se resolvieron bajo su mandato.
LA POSTURA DE FABRA ANTE LA HERENCIA RECIBIDA EN 5 FASES
-Distancia del anterior ejecutivo al inicio de la legislatura. El nuevo presidente tomó el mando en julio de 2011. Tras unos meses para asentarse en el cargo y diseñar su propio equipo de Presidencia, Fabra, viendo la situación de las arcas y el empantanamiento de difícil resolución de diversos asuntos, decidió comenzar a apartarse de la gestión del anterior Ejecutivo. En ocasiones lo hizo de manera pública, una circunstancia que causó cierto malestar en ciertos sectores 'procampistas', lo que conllevó recurrir a filtraciones en esa línea de fuentes de su entorno en vez de que el propio Fabra lo verbalizara en primera persona.
-Implantación de la línea roja y nombramiento de Serafín Castellano. Es en mayo de 2012 cuando Fabra comete su primer gran error estratégico al designar al conseller de Gobernación como secretario general del PP. Un dirigente que, además de ser rechazado por Alfonso Rus y Rita Barberá, poseía una mochila demasiado pesada a sus espaldas como para ser el referente de regeneración que trataba de 'vender' Fabra y su equipo a la opinión pública. Al mismo tiempo, el jefe del Consell comienza a implantar su 'línea roja' contra la corrupción al impedir que dirigentes imputados formaran parte de la nueva dirección del partido nombrada en el congreso de Alicante.
Este cónclave quiebra el partido: Rus, Barberá o Cotino se sienten ninguneados y critican internamente el nombramiento -hay un 20% de voto en blanco-, además de discrepar con la 'depuración' de los imputados. Desde Alicante, el vicepresidente José Císcar se mantiene junto a Fabra aunque en su entorno desconfían de Castellano -exzaplanista- y critican que el nombramiento no representa la pretendida regeneración.

-Ruptura con su equipo de comunicación y repesca de Lola Johnson. El ambiente se había enrarecido con los presidentes provinciales en junio de 2013 con la destitución de los delegados del Consell y el ascenso de Esther Pastor a la Secretaría Autonómica de Organización, Coordinación y Relaciones Institucionales.
Aunque Fabra seguía poniendo distancia con la gestión anterior, en diciembre toma la decisión de prescindir del grueso del área de comunicación y análisis, un departamento que venía trabajando en asentar una imagen del presidente basada en la transparencia y la regeneración.
El jefe del Consell sitúa como nueva secretaria de Comunicación a Lola Johnson, a la que él mismo había destituido meses antes, una maniobra que sorprende a buena parte del PPCV, que empieza a augurar problemas judiciales por el caso Valmor.
-El desmontaje del eje de Fabra: caen Lola Johnson y Serafín Castellano. Apenas cinco meses después de haber sido nombrada, la secretaria autonómica de Comunicación es imputada en el proceso judicial abierto sobre Radiotelevisió Valenciana (RTVV) y dimite del cargo a pocos días de las elecciones europeas siguiendo el dictado de Fabra. Tras los resultados de los comicios, también se ve obligado a dimitir el secretario general del PPCV, Serafín Castellano, debido a la presión ejercida por los barones del partido. Fabra lo resitúa en la Delegación del Gobierno y accede a nombrar a Isabel Bonig como 'número dos' del PPCV tras reunirse con Rita Barberá, Alfonso Rus, José Císcar y Javier Moliner.
Se consuma de esta manera el doble fracaso estratégico del presidente: su ruptura con el trayecto realizado durante más de dos años para ofrecer renovación y el fallido intento de reacción entregando la política de comunicación a Johnson. Entrando en la recta final de la legislatura, ha perdido buena parte del crédito ganado al inicio de la misma con su voluntad de regeneración y lucha por la transparencia.
-Avalancha de procesos judiciales en la recta final de la legislatura y 'puntilla' de Valmor. A cinco meses de las elecciones, el presidente Fabra se enfrenta a la ebullición de diversos casos pendientes de juicio que, aunque no le impliquen directamente, sí desgastan la marca del partido en la Comunitat Valenciana. Pese a los esfuerzos por mantenerse firme en su 'línea roja' y poner distancia con la gestión del anterior Consell, su 'bipolaridad' en algunas de las decisiones mencionadas han lastrado su credibilidad. El caso Valmor, si bien el foco no está puesto directamente sobre él, es una creación del Consell de Camps pero que concluyó con Fabra al mando: una circunstancia que tampoco pasa desapercibida en un momento clave de su mandato.