VALÈNCIA. Hace unos años, desde Culturplaza, le pidieron al artista Diego Blanco que pensara en qué le preguntaría a una bola de cristal si tuviera la ocasión de hacerlo. Su principal curiosidad fue saber si algún día publicaría una ilustración en The New Yorker. Y como si de un vision board se tratara, esa meta que tanto manifestó se acabó cumpliendo -o al menos rozando- a finales del año pasado, cuando ilustró para el Wall Street Journal. El creador ha alcanzado este sueño profesional, como muchos otros que han acabado llegando en los últimos meses.
Además de trabajar para la prensa norteamericana, el creador afincado en València ha publicado su primer libro ilustrado: Pride: A Seek-and-Find Celebration: Adventure Through the History of the Queer Community, un encargo del grupo editorial Quarto Books sobre la historia del movimiento LGTBIQ+ estadounidense. Por otra parte, hace apenas unas semanas volaba de Múnich a San Diego como parte de una campaña nacional para Lufthansa. Blanco recibió esta vez el encargo de crear una ilustración sobre su experiencia en las nuevas cabinas Allegris. La aerolínea ó con él dentro de una acción internacional que implicaba a cuatro ilustradores, uno de Italia, otro de Francia, Reino Unido y España.
“Fue un sueño absoluto”, cuenta Blanco a este diario. Durante cinco días de estancia, con once horas de vuelo incluidas, el ilustrador fue dando forma a una escena repleta de personajes, cada cual viviendo el viaje a su manera. Con todo, la obra final también ha cubierto uno de los tranvías del TRAM de Barcelona durante una semana, coincidiendo con el festival OFFF de diseño y arte digital.
Muchos de estos trabajos le han llegado al navarro a través de la agencia internacional que lo representa, la canadiense Anna Goodson, desde donde también ha colaborado con una revista profesional de Estados Unidos centrada en el sindicalismo.
Decía Blanco, en esa misma conversación con Culturplaza, que si algún día se publicara su biografía" la titularía “el chico que quería hacer de todo”. Y, visto lo visto, va por el buen camino…

-Después de tantos proyectos, ¿En qué momento dirías que estás ahora como ilustrador?
-Desde luego estoy en un buen año. No necesariamente es así siempre. En las carreras creativas, y especialmente en la ilustración, la buena racha va y viene, pero ahora mismo estoy muy cómodo con mi trabajo.
-Justo antes de arrancar este buen año, cerraste 2024 ilustrando para el Wall Street Journal. ¿Cómo fue la experiencia?
-Nunca había trabajado para prensa impresa y fue muy guay, porque es gente que sabe muy bien lo que quiere. Están acostumbrados a contratar ilustraciones. Mandé un primer boceto y el fue muy rápido. Se fijaban en las expresiones de todos los personajes.
-Poco antes llegaba otro encargo completamente distinto, pero igual de intenso: tu primer libro ilustrado.
-Sí, y tampoco había trabajado nunca en el mundo del libro ilustrado. Ha sido el proyecto más duro que he hecho en mi vida. Básicamente es un ‘Buscando a Wally’ de la historia queer americana, desde la antigua Mesopotamia hasta la actualidad. Doce ilustraciones dobles y un mapa gigante. Me encantaría repetir, pero se llevó mucho de mí ese libro.

-Solo la parte de documentación ya debió de ser muy intensa. ¿Cómo lo afrontaste?
-Lo ideal habría sido poder investigar a fondo cada imagen, y al principio lo intenté, pero pronto entré en una carrera contrarreloj. Aparece mucha gente, tenía que estrujar mi cerebro para saber en qué situaciones meterlos a cada uno. Por eso, la parte de la documentación duró un día o, quizá, medio.
-¿Te hizo especial ilusión incluir a alguien en concreto entre los cientos de personajes?
-Sí, claro. Aparezco yo, aparece mi mejor amiga, y también mucha gente cercana. Si me pusiera a contar todo lo que hay escondido en cada ilustración… me encantaría hacerlo en un vídeo algún día, sería muy divertido. Tiré mucho de mi vida personal y de los referentes queer de la época.
-¿Pudiste incluir también referentes propios?
-Ellos me mandaron una lista muy cerrada de personajes a incluir, así que no podía añadir libremente. Pero por ejemplo, aunque no estaba para buscar, me apetecía mucho meter a Lorca. Sé que mucha gente ni lo verá ni sabrá quién es, pero yo me quedé mucho más a gusto incluyéndolo.
-Sueles trabajar con escenas llenas de personajes. ¿Te impone más cuando tienes que centrarte en una figura concreta?
-Es divertido, porque efectivamente me piden muchas ilustraciones donde importa más el conjunto que el individuo. Pero también me llegan trabajos en los que tengo que dibujar a una persona concreta, y eso exige más detalle.
Siempre me da un poco de miedo, sí, pero al final acaban saliendo elementos que hacen que se parezca. Por ejemplo, acabo de hacer una carta de cócteles para un bar de Washington, inspirada en personajes históricos. Los he tenido que dibujar a mi manera… pero se parecen. Es un ejercicio muy distinto.

-En el vuelo con Lufthansa, en cambio, volviste a una de esas super composiciones. ¿Cómo fue dibujar en pleno vuelo?
-Tenía cierta idea de lo que quería dibujar de antemano, porque no podía llegar arriesgando. Sabía que iba a representar el interior de la cabina, pero luego, ya allí, me fui fijando en la gente. Hay algo que me gusta mucho, que es adivinar hacia dónde va cada persona, qué les lleva a viajar. Les miro y, posiblemente no sea real, pero es como si hiciera mis propias averiguaciones. La ilustración representa eso: el interior de la cabina con sus posibles motivos de viaje, lo que les inspira a moverse, sus decisiones…
-¿Y qué fue lo más complicado?
-El principal reto fue técnico. Me dijeron que la ilustración la iban a adaptar a muchos formatos distintos, así que tenía que funcionar en horizontal, en vertical, que se pudieran aislar partes… Yo la trabajé como una sola pieza, pero luego se extrajeron fragmentos. Hay que tener claro eso desde el principio, sobre todo si se va a imprimir en un tranvía. Más allá del contenido, que tenía que ir sobre el vuelo y sobre esa experiencia concreta, el reto estaba en que funcionara en cualquier formato.
-Ver tus ilustraciones en espacios públicos como un metro o un tranvía… ¿es algo que te habías planteado como objetivo?
-Sí, me lo había imaginado, como también me imaginé ilustrar para el The New Yorker. Pequeñas ambiciones que uno tiene y a los que le gustaría llegar, pero que nunca sabes cómo llegarán. Ya hice mi primer trabajo para la Generalitat y tengo una ilustración en el metro, entre Alicante y València, en una de las paradas.

-Entonces, ¿qué te hace decir que sí a un proyecto?
-Empuja el dinero, no te voy a mentir. No es lo más romántico, pero los ilustradores también tenemos que vivir. Si el proyecto me parece chulo y me pagan bien, es un win. También hay trabajos que no subo a redes, que simplemente me dan de comer, aunque no me sienta tan identificado, pero forman parte de esto.
-¿Qué papel crees que tiene hoy la ilustración en lo cotidiano? ¿Notas que se valora más que antes?
-Posiblemente sí. Supongo que con tanta imagen digital, lo artesanal está volviendo a valorarse, y no solo en ilustración. En muchas disciplinas, las cosas hechas a mano están cogiendo fuerza frente a la inteligencia artificial.
Yo espero que se revalorice, y creo que va a pasar. No es solo escribir un prompt y ya; es mucho más que eso. Ilustrar es comunicar, y cada uno lo hace a su manera.
-¿Qué dirías que nunca falta en una ilustración tuya?
-La lucha de todos los días de cualquier ilustrador es tener un estilo propio, porque aparentemente se puede reconocer lo que hacemos, pero cambia constantemente. Si hay algo que no cambiaría nunca es el detalle gracioso. Aunque la escena sea seria, siempre hay un pequeño detalle, una mini historia… Me gusta que haya una doble lectura.

-¿Cuál de tus últimos trabajos te ha puesto más a prueba?
-Te diría que el más alucinante ha sido el de Lufthansa. No tanto por lo que implicaba ilustrar, que no era especialmente complejo, sino porque ha conllevado muchas más cosas: comunicación en redes, salir en cámara…
Eso lo estoy empezando a implementar ahora como parte del trabajo, y me está llevando a más oportunidades laborales. Me ha puesto a prueba porque me he salido un poco del papel de “solo ilustrador”.
-Vives en València desde hace años. ¿Qué relación tienes con la ciudad?
-Este es mi lugar. Vine hace diez años a estudiar y jamás me he ido. Es una ciudad para vivir, me gusta mucho el tejido artístico que tiene, y estoy completamente instalado y empadronado. No me voy de aquí.
-¿Notas que esta etapa también ha cambiado tu forma de trabajar?
-Sí, desde el año pasado me he tomado más en serio lo que hago. Estoy más activo y sé que eso ha derivado en ciertos trabajos, colaboraciones o exposiciones que no habrían llegado de otra forma. Eso ha marcado la diferencia. Al final las redes son una herramienta muy potente si la sabes dirigir hacia donde hace falta. Yo estoy abierto a todo lo que venga.