VALÈNCIA. En València hay fiestas, muchas. Pero que una escena rica no significa que sea diversa o comprometida con el cuidado y la programación musical. Desde hace años, el colectivo Neowarras ha apostado por revertir esa lógica. Ahora lo hace también desde la formación. Su nueva iniciativa, Bitches Poniendo Música (BPM), propone talleres dirigidos exclusivamente a personas FLINTA (mujeres, lesbianas, personas intersex, no binarias, trans y agénero) con un objetivo claro: facilitar el a la producción cultural nocturna, tanto en las cabinas como en la organización de eventos.
“Nosotras queremos que la escena se diversifique más. Pensamos que cuanto más rica es una escena, más ganamos todos”, explica Yasmina Elkak, impulsora del proyecto y fundadora de Neowarras. “No partimos de la competencia y la hostilidad. Somos todo lo contrario: pensamos que cuantas más fiestas y más iniciativas haya, más cultura electrónica va a haber”.
El primer taller será el 4 de junio en La Mina. Lo imparten Bollería Industrial, y funcionará como introducción al DJing -uso de CDJs, tipos de mezcla, técnicas de digging y conexión con el público. El segundo será online el 18 de junio y lo imparte la propia Yasmina Elkak: Montar una fiesta sin morir en el intento -naming, estética, negociación con salas, presupuestos y promoción en redes serán algunos de los temas a tratar.
Esta segunda formación tiene un sentido más allá de lo técnico, porque la atención muchas veces se centra en quién pincha, y no tanto quién organiza, qué valores tiene y qué identidades ocupan ese rol. “Montar una fiesta no es todo lo intimidante y profesional que pueda parecer al principio”, asegura Yasmina. “Es muy difícil porque tienen que salir 50 cosas bien, pero también puedes hacerlo tú si tienes un concepto fuerte y una razón de ser”.

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- Foto: NEOWARRAS
Las formaciones han sido concebidas como espacios seguros de aprendizaje. “Son solo para FLINTA porque queremos que sea un espacio donde las chicas o chiques pierdan un poco la vergüenza y el miedo que quizá sentirían en otros entornos educativos”, explica la promotra. “Además, entre ellas pueden crear lazos que después den paso a iniciativas que puedan crear entre ellas mismas”.
La necesidad del proyecto viene de lejos: “Era algo que por petición popular ya nos había estado llegando en los últimos años”, cuenta. Buscar apoyo institucional no funcionó, así que, como en todo lo que hace Neowarras, la vía fue el do it yourself: “Vamos a hacerlo nosotras y a sacarlo”.
Una escena por construir (o reformar)
La precariedad estructural en la que se organiza la noche valenciana no es un secreto. Pero para colectivos como Neowarras, ese ecosistema también implica dinámicas de exclusión difíciles de romper. “Para mí lo más complicado ha sido siempre encontrar una sala que comparta mis valores”, afirma Yasmina. “Que me trate como una persona normal y que tengan un trato contigo amigable y de confianza. No voy a entrar ya en que sean mujeres o personas de color o disidencias. Eso ya es como una fantasía”.
A ello se suma el estado del sonido en muchas salas —“muy anticuado y nefasto”— y la falta de transporte público nocturno, que encarece las fiestas y limita el . “La escena nocturna solo es viable y saludable si el transporte público está también abierto por la noche y la gente puede moverse mediante este sistema de una forma asequible y segura”, resume.
Pero más allá de las infraestructuras, el problema es también cultural. “Aunque creamos que hay una escena rica, la juventud de los últimos 20 o 30 años no ha nacido con una escena rica en electrónica. Todo lo contrario. Aquí se ha crecido con una cultura del indie rock. La cultura del festival se asentó en detrimento de la cultura club”.