VALÈNCIA. Las damas de honor con estilismos coordinados en tonos pastel, el amigo borracho y ligón del novio, la suegra (así, como concepto), las lágrimas ante el vestido de novia perfecto, el abuelo que se duerme en mitad de la ceremonia, el drama existencial de acudir a un banquete estando soltera más allá de los 30 (gritos de terror, aullidos de lobo), los segundos de silencio tenso antes del “sí, quiero”… Podríamos estar hablando de tus próximos fines de semana ahora que arranca la temporada de bodas (esperamos, por tu bien y el de tu cartera, que no), pero se trata de un breve repaso al inventario de clichés cinematográficos sobre los bodorrios XXL.
Y es que, pocos escenarios han sido tan visitados por el audiovisual como aquel que atraviesa velos blanquísimos, tartas de tres pisos y padrinos que hacen el paseíllo hasta el altar. No en vano, como explica Áurea Ortiz, crítica audiovisual y técnica de La Filmoteca: “la narrativa clásica presentaba el matrimonio como el destino natural de la mujer. Viene de la literatura decimonónica y el cine lo heredó. Por ello, muchos films han tenido como culminación la boda. A veces se ha hecho con gracia e ingenio y otras, de forma plana y conservadora. Por ejemplo, en los 50 el objetivo vital del personaje femenino era mantenerse virgen hasta el matrimonio y encontrar a su príncipe azul (normalmente un hombre más experimentado que decidía ‘sentar la cabeza’)”.

- Bridemaids -
Una senda que rima con la de la cineasta Andrea Alborch: “Durante años, estas películas han perpetuado la idea de que la mujer tiene como objetivo atrapar al hombre en el matrimonio y que el hombre, por su parte, teme perder su libertad. Todo ese juego del ‘gato y el ratón’ que vemos una y otra vez: él huye, ella insiste… y, al final, acaban en el altar. Además, a menudo se ha representado a la mujer que no quería casarse como alguien fuera de la norma. El mensaje era claro: si te sales del molde, algo falla en ti. Y, por supuesto, todo desarrollado desde unos parámetros cisheterosexuales”.
En la misma línea, la productora y gestora cultural Clara Gorria apunta a cómo el celuloide ha seguido la estela de los cuentos de hadas con “la figura de la princesa” como referencia. Y mientras que en temas como el modelo de familia o las relaciones afectivas “sí se han explorado otras vías, al menos recientemente”, considera que, respecto a la idea de matrimonio, el cine y las series “todavía reproducen patrones patriarcales. No ha habido una gran evolución. Aunque se intenten ejercicios nuevos (como La boda de Rosa, donde una mujer decide casarse consigo misma), el eje dominante sigue siendo el tradicional". Tanto es así que, en una búsqueda por encontrar alternativas a los relatos hegemónicos, apuesta por “una visión más reflexiva, que mira hacia atrás. Pienso en el documental Las novias del sur, de Elena López Riera: mujeres que se casaron en los 70, 80 y 90 reflexionan sobre cómo vivieron ese día. Resulta enriquecedor revisar lo que ya tenemos para imaginar nuevas narrativas".

- La boda de mi mejor amigo -
Óscar Brox, librero en Ramon Llull, editor en Détour y colaborador de Cinema Jove, subraya que formalmente estas cintas “constituyen un lugar común, una zona de confort con el amor romántico como divisa. Hay excepciones, claro: Ang Lee se marcó en El banquete de boda una reflexión multicultural y sexual con los conflictos de un inmigrante homosexual que ve en el matrimonio una manera de satisfacer el conservadurismo de su familia, obtener la visa y estar en paz con la tradición”. Sin embargo, ite que muchas películas “desactivan su potencial mala baba perpetuando las ceremonias como otro rito más de paso: una de las entregas de American Pie incluye un enlace canónico; Nia Vardalos exprimió Mi gran boda griega hasta convertirla en trilogía…”.
A menudo, hablar de cine y nupcias nos transporta a un tipo de film específico: la comedia romántica (Planes de boda, Guerra de novias, 27 vestidos, Novia a la fuga… el catálogo es infinito). No en vano, resulta todo un reto hacer una lista de títulos que encajen en esa categoría y no incluyan un enlace como parte de su trama. Para Gorria, el motivo se encuentra en el propio origen y naturaleza de un género “pensado para mujeres y que durante mucho tiempo ha reproducido toda esa feminidad normativa. Resulta difícil encontrar una película, al menos hasta ahora, donde el protagonista sea un hombre que hace todo por casarse".
“No toda la comedia romántica es así, hay películas mucho más avanzadas. Pero lo que me molesta no es lo que se hacía en los 40 o 50, sino que siga existiendo hoy –añade Ortiz–. Me sorprende muchísimo la cantidad de comedias románticas actuales que mantienen ese mismo esquema: protagonistas femeninas exitosas, independientes… pero cuya historia se basa en no tener pareja para ir a una boda. Él, obviamente, puede acudir solo, con la idea de ‘ligarse a una dama de honor’. Todo eso se sigue viendo. A veces con un tono irónico, sí, pero que acaba perpetuando lo mismo de siempre. Incluso en películas gamberras como Bridesmaids se terminan cumpliendo muchos estereotipos”.

- 27 vestidos -
De novia radiante a novia sangrienta
No solo de tramas ligeras, azucaradas y chisporroteantes vive la filmografía nupcial. Eso sí, cuando otros géneros toman el casamiento como tema, suelen hacerlo “desde la ruptura con ese ideal romántico. En el terror, la novia se transforma en una figura poseída, loca, despeinada, con el rímel corrido… justo lo opuesto a la imagen virginal, blanca y angelical que se espera. Hasta Tarantino incluye en Kill Bill una boda violenta”, recuerda Gorria.
En este campo, Brox apunta hacia las escenas nupciales de El padrino o El cazador: “parece que filmen una mitología, un rito, una tradición. Y se nota en el detalle, en la energía y la intensidad con las que tanto Coppola como Cimino se acercan a sus personajes. Ambas obras miran por encima del cliché y reflejan algo que, hasta cierto punto, podría pasar por etnográfico, pues, más allá de lo vistoso o cinematográfico del momento, expresan un vínculo terriblemente íntimo que habla de la familia y de un sentido de la amistad”. Pero también suma a su registro de enlaces fuera del universo romcom que Lars von Trier “imaginase el fin del mundo tras las nupcias de Melancolía” o que Paco Plaza convirtiese “un convite en ese festival de zombis que es [REC]³ Génesis” (de nuevo, la novia sangrienta y el banquete como escenario de terror).
Una vuelta de tuerca más introducida por Alborch: “en el cine histórico o de fantasía, el matrimonio suele mostrarse más como un contrato entre dinastías o familias, algo económico, político, no emocional. En ese sentido, es más fiel a lo que el matrimonio ha sido históricamente: un acuerdo de poder, no de amor”.

- Rec -
La comedia romántica de hoy es la carísima ceremonia de mañana
Los tules, los grandes fastos y las ansias de perfección nupcial no se quedan en la pantalla, sino que forman parte de un ciclo de retroalimentación entre el arte y la vida que abarca el plano romántico, amistoso y familiar.
Así lo expone Ortiz: “cada vez veo más bodas que parecen copiadas de películas o series. Celebraciones de tres días, con cena de ensayo, pedida de mano pública… Las películas muestran enlaces espectaculares, la gente quiere replicarlos; las nuevas películas vuelven a retratar esas ceremonias como si fueran el ideal. Y así seguimos”. Y es que las ficciones no solo cuentan historias, también proponen modelos de habitar el mundo. Por ello, en plena oleada conservadora, alerta ante el peligro de que el cine ayude a reactivar ciertos patrones reaccionarios: “esas historias nos dicen cómo se supone que debe ser el amor, qué pasos seguir, qué esperar de tus amigas, de tu familia, de tu pareja. Y se plantea, sobre todo, desde el punto de vista de ella: es ella quien ‘quiere avanzar’, quien espera la pedida, mientras él duda. Pensaba que ya habíamos superado ese esquema, pero no”.

- Melancholia -
“La pantalla no solo nos mostró ese modelo de vida como el ideal, sino que nos dijo que era el único posible. Casarse equivalía a madurar, a lograr estabilidad, a tener éxito. Y si no lo hacías, te faltaba algo. Eso ha condicionado a generaciones enteras. Se creó un círculo vicioso: la sociedad imponía ese modelo, el audiovisual lo representaba y eso reforzaba las expectativas sociales y jerarquizaba los vínculos. Sin anillo tu relación no era tan seria”, apunta Alborch. Asimismo, critica que esos códigos audiovisuales “que nos han enseñado a asociar con el amor romántico, en realidad no nos hablan de respeto mutuo, cuidado o vínculos profundos, sino de estética y espectáculo. Lo que vemos muchas veces en pantalla está alejadísimo de una relación sana. Se valora lo superficial: las flores, los gestos, el ‘sí, quiero’, pero no se nos muestra la comunicación o la reciprocidad. Es una visión muy empobrecida del amor”.
Relato, relato, relato
Ya sea el clímax de la trama o el motor que la articula, ¿qué hay en una ceremonia nupcial que la hace tan atractiva para la cámara y la audiencia? Ortiz al aparato: “supone un dispositivo narrativo donde puedes explotar clichés, juntar a muchos personajes y, a la vez, es un contexto de celebración con una carga emocional fuerte. Puedes hacer comedia con los preparativos y los imprevistos. Además, tiene algo de espectáculo, de gran evento, que visualmente funciona genial”. También destaca el juego con ciertos objetos que poseen una profunda carga simbólica: “la niña que sueña con su boda y tiene un álbum lleno de recortes, el anillo familiar, el vestido que perteneció a la madre muerta… Pero ese uso ha reforzado la idea de que el matrimonio es ‘lo que tiene que pasar’, el final feliz, el símbolo de éxito emocional”.
Antes de sacar la escoba para barrer el confeti y las migas, añadimos otra derivada: los realities, especialmente estadounidenses, que giran en torno al matrimonio. Programas como Love Is Blind (donde te casas con alguien que no has visto nunca) o Say Yes to the Dress: “las participantes acuden a una tienda de vestidos de novia para comprar el suyo. Es fascinante ver lo poco que se habla del novio, pues lo esencial es encontrar el traje perfecto. Todos los episodios siguen el mismo patrón: familiares controladores, amiga cizañera, lágrimas al encontrar ‘el vestido definitivo’...”, explica Gorria. Y un último título: Boda o hipoteca, que plantea elegir entre destinar una suma relevante de dinero a casarte o a comprarte una casa… “y muchísimas veces eligen la boda”.

- Novia a la fuga -