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Benarés, la ciudad sagrada a orillas del Ganges

Las calles laberínticas y caóticas de la ciudad de Shiva, las ceremonias a orillas de los gaths y la vida que discurre en torno al Ganges, que en la cultura hindú es la vía que conduce al Nirvana, son una sorpresa continua

  • El Ghat Dasaswamedh, es uno de los más concurridos de Benarés.
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Tengo interiorizado el sonido del claxon de los rickshaws y las motos. Es un ruido constante, que solo cesa cuando la ciudad duerme, y me temo que, en la India, la actividad es frenética día  y noche. También soy consciente de mi capa de invisibilidad: por culpa de ella me llevo empujones, se me cuelan en los comercios y ni vacas ni peatones se dan cuenta de que yo también transito por esa calle. También sé que el tiempo es relativo; un trayecto de cuatro horas se convierte en doce con suerte. Después de unos días visitando el país (Delhi y Agra), sé que la India no tiene nada que ver con lo que he visto hasta ahora. Ya me advirtieron: «La India es un país que no deja indiferente».

Yo añado: «Es una sorpresa continua». Lo pienso en Benarés —también llamado Varanasi—, en medio de una multitud que abarrota el Assi Ghat, una de las escalinatas de la ciudad que descienden al río Ganges. En frente, bajo un arco de luces y flores, elevado sobre una plataforma, un grupo de pandits (sacerdotes hindús), vestidos con batas de satén de color blanco, rojo y azafrán, esperan para dar comienzo al Aarti, el ritual religioso hindú con el que celebran la divinidad del río Ganges, que es reverenciado como una diosa.

Anochece y la expectación es máxima. Cada escalón, pasillo y esquina es ocupado por personas de todas las edades. Es imposible moverse. Un shadu (santón) bendice a una mujer. Los pandits soplan unas caracolas mirando al Ganges y el humo del incienso se eleva al cielo, creando una atmósfera mágica. Alzan las lámparas de ghee encendidas, cuyo fuego ilumina sus rostros, y las mueven en patrones circulares, mientras los devotos cantan mantras en alabanza a la diosa Ganga. Los cánticos acompañan los movimientos de la coreografía, perfectamente estudiada y ejecutada con convicción. Miro a mi alrededor, a la devoción de las personas y a mis compañeros del viaje fotográfico con Artisal, que intentan, como yo, captar con sus cámaras la magia del lugar.

  • La ceremonia del Aarti, a orillas del Ganges -

Al finalizar, muchas personas se aproximan a los sacerdotes para ser bendecidas. Una mujer de avanzada edad pone sus manos sobre el fuego y con un gesto se acerca el calor. Es como si recogiera la esencia de esa divinidad y se la llevara a su cuerpo para bendecirse y purificarse. Otras personas se acercan hasta la orilla y lanzan pequeñas lámparas flotantes con flores sobre el río, cada una simbolizando deseos, plegarias y agradecimientos. También hay barquitos de papel.

Soy una privilegiada espectadora, viviendo en primera persona una ceremonia que va más allá del tributo a Ganga. No hay artificio y sí creencia. Es la constatación de la eterna búsqueda del más allá del ser humano. Y más aquí, a orillas del Ganges, que para nuestra cultura es un mero río, pero para los hindúes es una entidad sagrada: se cree que sus aguas tienen el poder de purificar los pecados y otorgar la liberación (moksha) a las almas que buscan paz después de la muerte.

Toca regresar al hotel y descansar. Mañana madrugaremos para presenciar el amanecer en los ghats, momento en el que la mayoría de fieles se acerca al río para el baño sagrado, tienen lugar las cremaciones de los muertos y las escuelas de sacerdotes realizan sus ejercicios espirituales.

El baño sagrado en el ganges

El día ha amanecido con niebla y hace frío. Es de madrugada y Benarés se despierta a su ritmo. Como en tantos otros lugares del mundo, los locales de comida son los primeros en abrir. El humo sale de una cocina y, en una mesa, un hombre machaca con un mortero las especias que luego verterá en el cazo. A su alrededor unos hombres ya se calientan con un chai que beben en un vasito de barro. Otros esperan a ser servidos. Al terminar lo tiran a una papelera y se marchan. Más adelante, un grupo de jóvenes, abrigados con gorros y pañuelos, está sentado en corro alrededor de una hoguera. Junto a ellos una vaca con las costillas marcadas está tumbada al calor humano y al de ese fuego al que apenas le quedan las cenizas.

  • Las calles de Benerés -

Hay que recordar que en el hinduismo las vacas son animales sagrados y su veneración tiene que ver con la abundancia, la fertilidad y la maternidad. De hecho, la vaca era la enviada especial del dios Krishna a la tierra para alimentar a sus hijos y establecer una conexión con ellos. No es el único animal sagrado que se ve en las calles de India. Es habitual ver a monos —Hanuman, el dios mono, representa la fuerza, el conocimiento y la lealtad— robando la comida en los mercadillos o, incluso, encontrar a ratas —que son el vehículo (vahana) del dios Ganesha, el elefante— bebiendo agua de una palangana que han puesto para ellas.

Sigo caminando, a veces más lenta por mis compañeros de viaje. El sonido del clic al disparador no cesa. Lógico, a cada paso hay una foto, aunque a veces es bueno observar sin un visor. Llegamos al pie del ghat. Donde ayer al anochecer era una algarabía, hoy es un lugar de recogimiento, aunque también repleto de movimiento.

La niebla envuelve el lugar en un aura de misticismo y recogimiento que acentúa el simbolismo del ritual del baño sagrado. Unos jóvenes se despojan de sus ropas y bajan los últimos escalones. Por sus gestos parece que el agua está fría, pero se mantienen en silencio hasta que el chapoteo de la ablución se escucha y salpica a uno de ellos. Hacen varias inmersiones, que les sirven para expiar los pecados de los creyentes.

  • Mujeres en el ghat antes del baño sagrado. -

Esa naturaleza purificadora del Ganges hace que el ajetreo en los ghats sea intenso y se desarrolle de manera muy similar a como lo hacía antaño. De hecho, los ghats surgieron como respuesta a las necesidades espirituales y sociales a orillas del agua, haciendo de unión de la naturaleza, la cultura, la gente y el agua. Las mujeres, con trajes de colores brillantes, van de un lado para otro y algunas esperan a que sus maridos salgan del agua. A un lado, un grupo de mujeres se baña con cierto pudor. El sari se pega a su cuerpo, dibujando su silueta entre la niebla. Los niños juegan y otras personas lavan utensilios de cocina o incluso ropa. Me miran sin importarles que les fotografíe. Incluso una de ellas me pide que la retrate. Otras quieren un selfie conmigo. Me llama la atención esa naturalidad con la que ven la fotografía y lo exótica que les parezco. De fondo, se escuchan mantras de oración.

Dejamos los escalones para subir a una barca. Desde aquí me percato de que los ghats no son meras estructuras arquitectónicas, sino un espacio donde no todos son iguales  y todo fue construido alrededor de la diosa Ganga, ya sean los palacios, hoteles, hospicios o crematorios que la coronan o los pequeños templos que hay a su alrededor.

La espiritualidad a orillas del ganges

Aquí la vida y la muerte conviven muy de cerca. Según la creencia hinduista, si las cenizas de un difunto son echadas al Ganges, su alma se purificará y se liberará del ciclo de las reencarnaciones, obteniendo una buena vida eterna. Por su alma pura, los sadhus, las mujeres embarazadas, los niños y los picados por una cobra (representación de Shiva), entre otros, no se pueden incinerar y deben ser arrojados al río. De ahí que no sea raro encontrar un cuerpo en el río —doy fe de ello—.  También influye la calidad de la leña y la cantidad que se emplea, pues, según cuál se utilice, la certeza de que los restos sean completamente incinerados será mayor o menor... La de sándalo es la más valorada y para la cremación completa se requieren unos 300 kilos.

Según me explican, los ghats Manikarnika y Harischandra, los más importantes, pueden llegar a realizar alrededor de doscientas cremaciones diarias. Sin embargo, la niebla, la humedad y el frío dificultan las cremaciones, así que no sé si podremos ver alguna. Intuyo una por el humo que sale de un corrillo de personas.

  • Un shadu en la ciudad de Benarés. -

Volvemos a tierra. El gentío es mayor y la niebla ha levantado un poco. Nos perdemos por las callejuelas de Benarés, una de las ciudades más antiguas del mundo —lleva habitada sin interrupción más de tres mil años—. Con sus colores, olores y gentes, es como viajar en el tiempo. Caminar a veces es complicado, ya sea porque un sadhu está en medio de la calle, porque hay un encantador de serpientes o porque una moto cruza por tu lado. Aquí no se puede bajar la guardia. Al final llegamos al Golden Temple, uno de los doce jyotirlingas, espacios sagrados principales dedicados a Shiva.

Tras visitar distintos lugares y descansar un poco en el hotel, por la tarde regresamos a los ghats. Miro a mi alrededor y siento una paz que no sé entender en medio de este gentío. Una espiritualidad que fluye en mi interior, despertando mis sentidos y envolviendo de magia lo que mi racionalidad rechazaba antes. Observo al Ganges con otra mirada. No es el río sucio y contaminado de antes, sino el río donde lo mundano y lo divino se unen, pero también donde conviven, de forma natural, la vida y la muerte. Es también el lugar donde una pareja se da el sí quiero y donde todo cobra sentido si abres tu mente y dejas a un lado la cultura occidental. Creo que ya estoy preparada para poner rumbo al Maha Kumbh Mela, que tiene lugar cada 144 años.

Qué más hacer en Benarés

Templo de durga: Dedicado a la diosa Durga —se asocia con la protección, la fuerza, la maternidad, la destrucción y las guerras—, es el templo que más visitas recibe. Se cree que la estatua de esta diosa apareció por sí sola en el templo y que esta protege a Benarés.

Ciudad de Sarnath: Situada a unos diez kilómetros de Benarés, Sarnath representa una de las cuatro ciudades santas del budismo, ya que se cree que aquí fue donde Buda Gautama predicó sus principios por primera vez y, por tanto, donde nació la primera comunidad budista o la Sangha. Por desgracia, de aquella ciudad en la que vivieron doce mil monjes y había alrededor de treinta monasterios no queda prácticamente nada. Los turcos musulmanes la saquearon y fue abandonada, pero aun así, sigue siendo un lugar de peregrinación para los budistas. De hecho, es habitual ver monjes rezando en el jardín. Aparte de los restos de la Estupa Dhamek y el Pilar de Ashoka, hay un pequeño museo con una colección bastante interesante.

Guía práctica de Benarés 

Cómo llegar: Desde Delhi se puede llegar en tren a Benarés. Sobre el papel son seis horas, en la realidad pueden ser muchas más. Moneda: La rupia india (INR). Una rupia son 93,95 euros. Cómo moverse: En rickshaw. Debes pactar el precio primero. Consejo: Haz un paseo en barca al amanecer o al atardecer para ver los ghats desde otra perspectiva. Web de interés: www.artisal.com

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* Este artículo se publicó originalmente en el número 125 (abril 2025) de la revista Plaza

 

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