Teatro y danza

ARTE CONTRA EL ESTIGMA

‘Caramel’ mira cara a cara a las drogas a través del teatro

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VALÈNCIA. El teatro es capaz de provocar todo tipo de sensaciones que dan el salto del escenario a la fila de butacas. Desde felicidad hasta tristeza, pasando por el miedo y la angustia. Un abanico de posibilidades y escenarios que hace que las artes escénicas se tengan bien ganado ese apellido de “artes vivas”, y que demuestra que actores, directores, actrices y espectadores están conectados por la emoción. Eso sí, para que este abanico funcione no siempre se pueden hacer comedias, musicales u obras de temáticas “amables”, a veces toca que haya alguien que se atreva a mirar a lugares más conflictivos o deshabitados.

Las hermanas Clara y Ariadna Peya lo hacen a través de su compañía Les Impuxibles, generando piezas que hablan de lo que nadie quiere, pero todo el mundo vive. El próximo 24 de mayo se suben al escenario del Teatre El Musical con la obra Caramel en la que colaboran con el dramaturgo Pablo Messiez para reflexionar sobre las razones que nos llevan a consumir sustancias. Para ello se sirven de la música, el teatro, la danza, el monólogo y los juegos de luces con los que se atreven a mirar cara a cara a las sustancias a través del teatro, un statement político con el que luchar contra el estigma.

 

“Desde nuestra compañía nos centramos en tratar temas que están silenciados a nivel social o que tienen cierto estigma. Nos centramos en la violencia sexual, el suicidio, la salud mental y temáticas que cobran un nuevo sentido a través de la colectividad”, explica Ariadna Peya sobre su trabajo en Les Impuxibles. Para hacerlo trabajan cuestionando constantemente cuál es la realidad del consumo, cómo responde eso al tipo de sociedad en el que vivimos y el momento en el que se convierte en una vía de escape: “El consumo se convierte en algo completamente problemático bajo la falsa ilusión del control de la vida propia. Viene de una compulsión de la sociedad capitalista que siempre quiere más y más, responde de alguna forma a lo que nos estamos convirtiendo”, explica una de las creadoras.

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Este aprendizaje que luego se traslada a la escena viene también de la investigación, de como las hermanas Peya buscan un lugar en el teatro para hablar del estigma que rodea a este universo y que se acerca al relato desde un lugar más emocional. “A nivel de lenguaje y emocional generamos Caramel con la ayuda de personas expertas en el tema: desde expertos en primera persona hasta asociaciones psicológicas. Estas personas nos acompañan en el proceso creativo y nos ayudan a ser sensibles con el público”.

 

“Sabemos que estamos abordando un tema fuerte y que puede conmover, por lo que cuidamos mucho el punto de vista antes de subir al escenario”, explica Ariadna. Luego, con su mensaje, no pueden evitar que la obra recale y lleve a la conmoción y al impacto, que en sí mismo provoca una emoción que muchas veces puede llevar a un lugar de extrañeza. Al igual que con productos culturales como las películas de terror o las novelas thriller apuntan con su mirada a generar esa reflexión sobre la “incomodidad” desde las butacas.

 

Con siete intérpretes sobre el escenario: dos actores, cuatro bailarines y una música acompañan al texto de Messiez para componer un “mosaico en relación al consumo” a través de escenas oníricas que suceden dentro de un bar. A través de monólogos y generando espacios de reflexión, la obra busca mezclar varios lenguajes escénicos para apelar a todos los sentidos, como lo hacen también las propias sustancias, conocidas generalmente como “drogas”, aunque desde la compañía no emplean el término.

“Ahora mismo existe una diferenciación muy clara entre las drogas legales y las ilegales".

 

"Cuando se habla de drogas la gente piensa en las ilegales, pero en la obra hablamos también de drogas legales como el alcohol y los antidepresivos, para nosotras la palabra droga tiene un juicio implícito por lo que preferimos hablar de sustancias y de su consumo”, explica Ariadna. De esta forma, la conversación sobre el consumo se sube al escenario para dar paso a la reflexión desde el patio de butacas, generando un diálogo abierto en el que las emociones que provocan el teatro ponen la primera piedra sobre un diálogo abierto de lo que queda por hacer, reflexionar y experimentar a través de las artes, superando el miedo a hablar de temas "incómodos".

 

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