VALÈNCIA. Se iba a llamar La boira, pero como ya había otras piezas que se llamaban igual, Begoña Tena tuvo que seguir rebuscando para ponerle título a su último texto. Lo había pensado por darle el peso que toca a la atmósfera que calaba en todo el texto, ese fenómeno que, con la falta de visibilidad, aumenta la percepción de la distancia entre las personas. Finalmente ha sido Plenamar, el punto más alto de la marea, el momento en el que las islas están más aisladas. Y en todo caso, Tena ofrece otras dos definiciones: “un thriller existencial” y una obra sobre “místicas ateas”.
Estas son las coordenadas de Plenamar, la nueva producción del Institut Valencià de Cultura que se podrá ver a partir del 7 de mayo en el Teatro Rialto de València. Una historia sobre las personas que deciden aislarse voluntariamente y sus razones. En 1999, en una isla del norte, Adela y Amanda montan “un convento de ateas” para “huir de una realidad que no les gusta y construir una nueva familia que ellas eligen”. La historia crecerá con la llegada de una joven que está grabando un documental sobre la última ermitaña que estuvo en la isla y quiere darle sentido a "por qué la gente abandonaría todo para ir allí”.
“Desde hace unos años, veo vídeos sin para de pescadores, fareros… El mar y su gente han estado muy presentes en mi vida desde que soy pequeña. Tiene un sentido simbólico muy potente”, desarrolla Begoña Tena, que, por una parte, reflexiona sobre el aislamiento voluntario; y por otra, se pregunta por la amistad fraterna entre mujeres, sus causas y sus consecuencias: “Quería hablar de la resistencia en las relaciones humanas; y dentro de ello, cómo las mujeres, sin ser familia, pueden formar una familia”.
En el texto, que ha concebido como una obra literaria y no tanto pensando en las “políticas de las obras de teatro” —tiene que durar lo justo, no aburrir, etc—, están San Juan de la Cruz o María Zambrano, aunque no de manera explícita: “Esta obra tiene algo de mística atea. El mar es como mi religión. Y para los personajes también lo es, en parte”.
Laia Porcar y Nuria Vizcarra recogen el guante del texto y multiplican esa mística a través de una puesta en escena muy sensorial. “Desde el principio teníamos esa intuición de la niebla, de darle peso a la atmósfera… Al final hemos querido jugar mucho con la abstracción. Y eso se traslada también a la dirección de la interpretación: ha habido mucha consciencia de que el texto se desarrollaba en un espacio exterior, y por eso la distancia entre personaje. El tono de la obra lo ha acabado marcando la propia isla”.

- Imagen de una escena de Plenamar -
- Foto: Vicente A. Jiménez
Una producción propia
Ayer estuvieron muy presentes, en todo momento, las condiciones de trabajo sobre las que se ha levantado esta obra. “Las dramaturgas y las directoras somos un colectivo muy frágil, aunque de nuestro trabajo pendan los demás”, empezaba explicando Begoña Tena.
Una producción propia del IVC es el unicornio de las posibilidades materiales en los que puede crecer una idea escénica en la Comunitat: elencos grandes, posibilidad de generar un equipo artístico especializado, libertad creativa… Todo cuenta. María José Mora, directora adjunta de Artes Escénicas del IVC, subrayaba la importancia de “poder dar un espacio de libertad y una oportunidad a voces reconocidas”.
Pero también, ya en el caso más específico de Plenamar, dedicar recursos a que la “mirada femenina llegue al público”, también a través del trabajo de Porcar y Vizcarra. Ellas también reconocían la oportunidad de poder trabajar a lo grande tras “venir de trabajar desde lo pequeño”.
Para Tena, el proceso ha sido incluso un reto porque se había acostumbrado a “textos de no más de dos intérpretes”, y supuso pensar la escritura desde otro lugar. También lo ha sido los plazos: “empecé a escribir en octubre y en diciembre ya había un casting. Ha sido una escritura muy intensa”, confesaba. A lo que las directoras añadían que ha sido muy nutritivo “decir que sí incluso antes de tener el texto e ir imaginándolo”.
Plenamar está protagonizada por Carme Juan, Laura Useleti, Merce Tienda, Pau Gregori, Silvia Valero y Talia Bobany. La obra cuenta con música en directo creada e interpretada por Versonautas. El espacio escénico está dirigido por Anna Fonollosa, los visuales por Andreu Signes y el diseño de vestuario es de Marian Varela.
Estos créditos son el reflejo de unas posibilidades de trabajo que se han quedado prácticamente en exclusiva de las instituciones públicas, y que tampoco se sostienen a lo largo de toda la temporada en diferentes nodos. La abundancia también señala la excepcionalidad, la isla en medio de esta postal a la deriva que es, a veces, la creación escénica.
Por pedir, ayer flotaban en la presentación dos deseos: que la gira no se quedará en Castellón, València y Alicante y pudiera tener más vida en los escenarios y que el texto se pudiera editar.