Moody’s ha rebajado recientemente la calificación crediticia de la deuda soberana de Estados Unidos. No es un hecho menor. Aunque EEUU sigue siendo considerado uno de los emisores más solventes del planeta, perder parte de su nota crediticia es algo que genera incertidumbre. ¿Cómo afecta esto a los mercados? Para entenderlo, lo mejor es mirar qué ocurrió en situaciones anteriores.
En la última década, ha habido dos precedentes clave: la rebaja de S&P en agosto de 2011 y la de Fitch en agosto de 2023. En ambos casos, el impacto inmediato fue un aumento de la volatilidad, pero el comportamiento del mercado a medio y largo plazo fue muy distinto de lo que muchos esperaban.
2011: Fuerte sacudida inicial, gran recuperación después
Tras la rebaja de S&P el 5 de agosto de 2011, el S&P 500 cayó un 2,6 % en solo un mes, y los bonos del Tesoro a 10 años pasaron de rendir un 2,56 % a un 2,15 %, reflejando una huida hacia activos seguros… irónicamente, hacia los mismos bonos cuya calidad acababa de ser cuestionada.
Sin embargo, tres meses después, el índice ya había recuperado un 5,7 %, y seis meses más tarde acumulaba una subida del 13,4 %. A los doce meses, el avance fue del 18,8 %. ¿Qué pasó? La Reserva Federal lanzó la operación “Twist”, que ayudó a estabilizar los mercados. Además, el miedo inicial se fue disipando a medida que los inversores volvieron a centrarse en los datos fundamentales.
2023: Una caída más persistente… y un rebote aún mayor
En el caso de Fitch, la rebaja del 1 de agosto de 2023 coincidió con una situación más compleja: inflación alta, tipos de interés en máximos y dudas sobre la política de la Fed. El S&P 500 apenas retrocedió un 1,2 % en el primer mes, pero tres meses después acumulaba una caída del 7 %.
No obstante, el contexto empezó a mejorar. La inflación cedió, los datos económicos sorprendieron al alza y la expectativa de recortes de tipos devolvió el optimismo. A los seis meses, el S&P ya ganaba un 8 %, y al cumplirse un año, el avance era del 20,8 %. Mientras tanto, el rendimiento del bono a 10 años se mantenía en torno al 4 %.
¿Qué podemos esperar ahora?
Aunque cada contexto es diferente, hay un patrón que se repite: el impacto inmediato de una rebaja crediticia suele ser negativo, pero no necesariamente duradero. El mercado tiende a sobrerreaccionar en el corto plazo, para luego corregir si el entorno macro y los beneficios empresariales acompañan.
De hecho, tanto en 2011 como en 2023, las bolsas acabaron el año siguiente muy por encima de donde estaban antes de la rebaja. Y eso pese a que en ambos casos los analistas advertían de posibles desplomes prolongados.
Con la rebaja de Moody’s, es probable que volvamos a ver una fase de turbulencias iniciales: mayor aversión al riesgo, presión sobre el dólar y subidas de las primas de riesgo. Pero si la economía estadounidense resiste, el empleo se mantiene fuerte y la inflación sigue bajando, el mercado podría volver a centrarse en lo esencial: beneficios, crecimiento y expectativas monetarias.
Las rebajas de rating generan ruido, pero no siempre cambian la música. Lo importante no es tanto la letra que le ponen las agencias, sino cómo responde el mercado y qué narrativa se impone después.
Sergio Ávila es analista de mercados en IG.