A Baba se le notan las ganas de molar. Le gusta molar por la estética, por cómo viste, cómo se peina, cómo se adorna, pero también le gusta molar por el verbo. Este joven de 30 años tiene un discurso trabajado y coherente, con peso, que te convence mientras mueve esas manos barrocas, con las uñas de colores, anillos insólitos y hasta una funda dorada en el meñique. Sobre las uñas de su mano izquierda, pura fantasía, cinco letras. Una en cada uña postiza. Moova. El nombre de su sello discográfico que, a su vez, es el de la fiesta que organiza para sacudir València cada jueves desde Jagger.
Babacar Tandine se ha hecho un poco famoso porque hace unos días salió en La Revuelta. Este promotor extremeño fue el elegido por Sergio Bezos para ocupar la bañera llena de bolas, el lugar que dedican al tipo más simpático del teatro esa tarde. Baba se los ganó a todos con su labia y cuando llegó su momento, no perdonó. Tiró de ‘flow’, descaro y llamó “bro” a Broncano sin parar. Antes de que nadie se hubiera dado cuenta, ya había colado su marca: Moova.
Es un chico listo que lleva buscándose la vida desde que era un niño. Su padre, Demba Tandine, es vendedor ambulante y su madre, Faty Babou, es una de esas mujeres africanas que cuidan de nuestros mayores. Los dos venían de Senegal, de la ciudad de Kaolack, y hablaban el wólof en casa. Demba viajó a España para ver la Copa del Mundo del 82, la del Naranjito, y le gustó tanto el país que se vino a vivir aquí. Baba, el Sr. Baba, fue el último de sus cuatro hijos con dos mujeres en dos etapas diferentes.
Baba nació en Badajoz, pero se crio en Coria, en mitad de una gran llanura de Cáceres, la otra provincia extremeña. Baba cita los Sanjuanes, “una fiesta taurina que tienen y es muy famosa”, pero luego dice que él no es taurino, que ese no es su rollo. “Pero yo lo respeto todo. Eso es lo que hay que hacer en la vida: respetar. Mientras no vulnere tus derechos, pues bien”. No es taurino ni musulmán, como sí son sus padres. “Yo creo en la paz y el conocimiento”, proclama. Su progenitor trabajó mucho después del Mundial de fútbol en Senegal y Costa de Marfil para reunir dinero suficiente para cambiar de continente. Baba, además de todo eso, cuenta como si fuera un hito que su padre vio en concierto al mismísimo Bob Marley. “Él ya tiene 70 años y ha visto lo que otros no han visto. De mi madre tengo la vena de cuidar, y de mi padre, la entereza y la firmeza. Nunca me han criado con el miedo. Si vas con la paz, todo va bien. Mi padre tiene una ética moral muy fuerte”.
Trabajó desde niño
Babacar, su nombre, significa ‘padre de la religión’. Pero a él le gusta más su diminutivo. “Baba significa padre en árabe, abuela en lituano, uno de los dioses que tienen en la India”. Es un poco chocante su aspecto con ese deje extremeño que se come las eses del final de las palabras. Él cuida mucho su estética, con esas trencitas, los pendientes extravagantes, los anillos, la camisa abrochada hasta el último botón, los pantalones cortos y muy anchos, y los mocasines negros con calcetines negros, un sacrilegio hace años y pura moda en esta década.

- Babacar Tandine.
- Foto: KIKE TABERNER
Este joven cuenta que de joven jugaba bien al fútbol y que eso le llevó a centros de alto rendimiento, y que también compitió en kárate. Cuando cumplió los 18 se fue con un amigo a Toledo a ganarse la vida como fuera. Desde poner copas a hacer mudanzas. Luego acabó sus estudios y voló. En 2016 recaló en Oliva y empezó a trabajar en el Oli Ba Ba, un chiringuito mítico que se inauguró en 1984. Entró gracias a su tío, que trabajaba en la playa y le dijo a los dueños que tenía un sobrino muy guapo que trabajaba muy bien. No defraudó y ahí empezaron a llamarle Baba .
Ahora cuenta todo esto en la terraza del céntrico bar Suizo, en València, donde la camarera te atiende sin darte ni los buenos días y luego limpia la mesa tirando las servilletas al suelo. Allí Baba habla bien de todo el mundo. Ahí va parte de su filosofía de vida. Habla bien de los demás y ellos hablarán bien de ti. No le importa, aunque tiene mucho interés en hablar de Moova, elogiar a sus amigos de la pizzería La Finestra cuando le preguntamos por la tarjeta que lleva dentro de la funda del móvil con la imagen de Maradona como si fuera Dios.
En el Oli Ba Ba, donde el primer día le pidió a Willy, el dueño, que le adelantara dos semanas de sueldo para poder pagarle a la casera, conoció a su amigo Pau, y este se lo trajo a València. Antes ahorró mucho para poder hacer su camino y ayudar a sus padres. “La cosa estaba complicada en casa”, recuerda. Siempre fue ambicioso y por eso estudió Comercio Internacional y Marketing. “Al principio yo llegaba a clase y me aburría. Yo iba aprobando y poco más. Cuando tenía que estudiar, estudiaba, pero nunca he sido de sacar un 10 porque llevo trabajando desde que era pequeño. Todos los sábados iba al mercadillo con mis padres y los jueves, cuando terminaba las clases, trabajaba en el comedor del colegio y así no nos cobraban la cuota a mí y a mis hermanos. He trabajado desde niño, pero mi idea es trabajar para vivir, no vivir para trabajar”.
Las fiestas en Jagger
Ahora colabora con varias empresas. Pero Baba habla tan rápido y va dando tantos saltos de un tema a otro, de una empresa a otra, que es difícil seguirle el ritmo. Su cabeza va loca. A 200 km/h. Una mente despierta. Su primer trabajo fue en el Bershka de la calle Colón. “No lo recomiendo, bro”. Este joven extremeño da detalles de las condiciones penosas que vivió. Pero rápidamente pasa a otro frente. “A Óscar Iglesias y Alberto Flores los conocí porque empecé de relaciones públicas en una sala que se llamaba Agenda Club y que ahora es La3. Nos caímos bien, empezamos a trabajar, a hacer cositas, y fui escalando. Pasé a barra, de barra a dirigir, y de dirigir a quedarme un tanto por ciento de Barber”.

Luego vino su aventura musical con Moova, el sello y sus famosas fiestas en Jagger. “He cerrado con Gran Canaria para montar el sello allí, he cerrado con Bari, esta semana me he reunido con varias salas en Barcelona. La fiesta está creciendo más y más y hemos traído a artistas como Afrik, Chris Collins, V-Funk, Jans, Dreya… Artistas tochos. Yo no ficho a un DJ si no lo he visto pinchar”.
No todo es música y en su vida también hay mucha moda. Como cliente y como modelo de firmas como Puma o Adidas, o apareciendo en revistas como ‘Vogue’. “He desfilado en el Oceanogràfic y he trabajado con artistas como C Tangana y Omar Montes”. Da la sensación de que no para de trabajar, pero Baba asegura que solo invierte su tiempo en proyectos que le gustan y le convencen. “Al principio yo montaba las fiestas porque me gustaba. Yo y muchos colegas escuchábamos ese tipo de música, el afrobeat, y no sonaba en ningún lado. ¿Cómo puede ser eso? Por eso me monté el sello. A mí también me encanta el flamenco, me gusta Estopa, el indie… No entiendo que en una discoteca solo suene reguetón. No tengo nada en contra, pero hay más música que el reguetón. No entendía que no sonara gente como Travis Scott o Drake, que están de moda en todo el mundo”.
Baba dice que le gusta la noche, pero más que salir de fiesta al uso, pasar tiempo en la cabina del DJ moviendo los hilos. “Hay pocas fiestas que me gusten a mí. Por eso monto las mías”. Cuando puede, que cada vez es menos común, saca un rato para jugar los miércoles con su amigo Llorca y otros colegas un partido de fútbol en el Sant Gregori de Torrent. Un paréntesis de noventa minutos para recordar sus tiempos de lateral izquierdo.

- Babacar Tandine.
- Foto: KIKE TABERNER
El promotor musical quiere exportar su movimiento al extranjero. Llevar sus fiestas por toda Europa. Él se adapta a lo que sea y chapurrea un poco de valenciano como para demostrarlo. Parecido a aquel programa de La Revuelta en el que dijo que hablaba algo de wólof y no salió del “puti”, que significa “un poquito”. Su hermana la mayor sí que lo habla, pero él, que es el pequeño, ya aprendió a hablar en español.
‘Courage’
Las manos las lleva cargadas con las creaciones de varios amigos suyos. Como los anillos de Irene Egiazarian, que le diseñó uno con las letras de Moova. Las uñas son obra de otra amiga, Ana Fernández. Y la ropa de la entrevista, de La Vespa Ropa, de Abel Bas. “Yo siempre invierto en mis amigos. Yo visto de mi tienda y de las marcas que trabajo. Ahí está en la ética moral. Igual que prefiero comprar en el pequeño comercio que en una franquicia”. Uno de ellos acaba de mandarle un audio y Baba le pide si le puede abrir las puertas de Atenea Sky. Allí sube después de saludar a todo el que se encuentra. Baba tiene una frase simpática para cada uno. Educación y una buena sonrisa para abrirse paso por el mundo.
Baba empieza a hablar de La Vespa Roja, pero de repente acelera y cuando te das cuenta está hablando de que el 40% de los que asisten a las fiestas de Moova son musulmanes. “Y entonces no beben. A esa gente le tienes que dar un entretenimiento, ritmo, un buen DJ, que un día traigas a un artista, una puesta en escena… Siempre se dice que los árabes crean problemas, que la gente de Marruecos roba, y en mi sala no ha habido ningún robo en los seis meses que llevo. No hay problemas. Cero robos, cero peleas, cero discusiones… Mi público es sano”.

La ética es importante para él. Baba recuerda siempre las enseñanzas de su padre. “Hay más estrellas en el cielo que en los hoteles. Yo no quiero coches de lujo, yo quiero que mi gente esté bien, y para eso necesitan tiempo”. Cuando el negocio baja un poco, se escapa de viaje a ver mundo para regresar con nuevas ideas. Irse para volver. Antes al Carmen; ahora, a Ruzafa, donde quiere insonorizar una habitación para montarse un estudio. “Ahora quiero montar un podcast todo guapo con mis colegas”.
De vez en cuando, unos pocos tatuajes. Un ‘Black Lives Matter’ en un bíceps. Los dedos a punto de tocarse de Dios y Adán, uno de los frescos que pintó Miguel Ángel en la Capilla Sixtina. “Si tu padre te da la capacidad de crear, es mejor que si te deja un capital”, explica Baba, que siempre tiene a su padre muy presente, el causante también de su tercer tatuaje, la palabra ‘Courage’. “Es una palabra que siempre repite mi padre, coraje, la que me dijo el día que me fui de casa. Y eso no se me olvida nunca”.