De vinos, copeteo y cerveceo. Con patitas saltarinas llevándonos de acá para allá con todo el entusiasmo. Porque decidimos que pasase lo que pasase y pese a algún pesar en el corazón sería el viaje más molón. Con aterrizaje en la República Checa y su capital, tan desconocida como esperada. En nocturnidad nevada para empezar a darle al drinking con el primer Dry Martini de esta historia. Sería en Le Fleur con la elegancia de los clásicos, agitado y adornado con su twist de limón y chimpón, que comenzó la función con unas aceitunillas.
Continuamos con un Sestercia en The Banker’s Bar. Picosón y relleno de aromáticos simpáticos. A base de ginebra italiana, vermut y timus berries nos parece pura alegría con unas patatillas.
Amanece un nuevo día y, oh sorpresa, vamos a por un té japonés y en el Savoy. Textura y verdores que son amores. Hasta con flores de cerezos que imaginamos con fuerza y haciendo el esfuerzo de tomarlo con unas pastitas fritas sin más ni menos.
Vamos a por la primera cerve de estas jornadas en excursión para conocer el barrio vietnamita. Una Gambrinus en el Pho Tùng. Refrescante refresco que nos refresca tras tan largo recorrido para arribar a nuestra meta y zamparnos con ella esa maravilla de sopa de fideos.
De vuelta al centro seguimos con otra cervecilla y bien diferente: la Fat Cat APA en el Fatcat pub & Brewery. Rubita con cuerpo de morena que te rondará. Cereales amargosos y ricosos que nos parecen estupendos con un revoltijo de frutos secos.
Toca ir de vinotecas y va a ser en Bokovka con una copa de Bokovka by Fabig. Sauvignon blanc creciendo entre piedros minerales y ríos que fluyen ligeritos. Lo del paisaje bonito que se mira despacito mordisqueando unos encurtidos de la casa.
Nos posamos en la barra del B21 donde, en deliciosa charla, nos sirven un cóctel que ídem. Un Holy Trinity, suerte de dry con absenta, ginebra, ruibarbo y vino con resultado intenso y herbáceo. De forma que se quedará para siempre como un favorito con unos pistachos.
Nos despedimos de Praga en el Wine Table con un Zorzettig Pinot Grigio 2020. Veneciano que te da la mano para llevarte al aperitivo. Paseando en caminos escoltados de melocotoneros. A paso rapidillo y con mucho brillo que es luz comedida a lado de un poco de queso.
Buscando destinos divinos
Despertamos pronto para retrepar al tren correcto para alcanzar el siguiente destino. Entre canciones musicales de toda índole y obteniendo lo más querido, nada más pisar Austria, con ese Dry en D-Bar. Cosa seria con toque cítrico y sin menear, que queda mucho por celebrar y no lo queremos marear. Y hay ganas de no parar con la tapilla de guacamole que nos ponen.
Es momento de ser prinseza al cruzar las puertas de Steirereck. Y pedimos un Wacher Wiesller 2018 que se unirá a nuestro compañero de mesa para que la velada sea una pasada. Con cosas de antaño que nos encandilan bajo las estrellas y cómo no, con ese pan de morcilla.
Volvemos al coctelismo en uno de nuestros ya fijos de la ciudad, el Campari Bar y ahora con un Negroni mexicano, que vaya cosa buena, hermano. Ofreciendo humos mezcaleños y sus ardientes picores dándonos estupendos instantes junto a sus chips de vegetales habituales.
Seguimos en el Grande con su Sazerac que es perfección. Nueva Orleans en estado puro y fumando un puro si hace falta. Volviendo al absentismo, pero de absenta, que no es lo mismo. Sabores potentes y permanentes que se vuelven crujientes con unas palomitas de maíz.
Vamos ahora con otro de los grandes instantes de la semana, porque nos dirigimos a Doubek. Y nos reciben con un Bründlmayer Brut Reserve. Singularidades que continúan con instantes espaciales. En divertida charla frente a fuegos chispeantes que nos roban el corazón con el hamachi con shiro kombu.
Otro sol que sale para seguir creciendo en lo de caminar y el cultureo. Y tropezar de pronto con el Capsule, bar gurgujil que mola mil. Y nos pimplamos un Trudon Monochrome Champagne. Blanc de noirs vinoso e ideal. De manual por finura está al borde de quitarnos la cordura con una ostrita.
Es noche de ópera y Turandot nos embauca para que tomemos un French Manhattan en el Wein Hotel. Lujerío de los de pocas veces, pero bien venidas y servidas. Que para eso están las vacaciones, para olvidar obligaciones y darse caprichos picoteando unas galletitas saladas.
Es tiempo de despedidas, que toca volver a la realidad. Pero no sin antes ir a Plachutta a probar su famoso tafelspitz. Vaquita y festival de cosillas que acompañamos con el Wiener Gemischter Satz DAC 2023. Blanco del lugar con caliza y profundamente cariñoso. Perfecto para enjuagarnos las lágrimas de adioses al tiempo que de la alegría de saber que todo volverá.