Los bares de pueblo nunca deberían morir. Son el corazón, el alma, la vida de tantos pequeños núcleos habitados que aún palpitan entre montañas. En las faldas del Buixcarró (755m.), y tras recorrer placenteras carreteras sinuosas inundadas de un verde que hipnotiza, encontramos este proyecto hostelero llamado Casa Raquel, con casi un siglo de historia. El nombre es el primigenio: un homenaje a varias generaciones de mujeres de la familia que anteriormente regentaba este local que también fue hostal.
Ahora los propietarios y anfitriones son Nando Chafer y Noe Herrero: ambos brillan con luz propia, son espontáneos y cálidos, pero a la vez refrescantes. Un soplo de aire fresco para un espacio sencillo y rústico, decorado con mobiliario de madera, azulejado valenciano y tapices de macramé, que conserva la esencia de restaurante de toda la vida. La identidad de esta carismática pareja empapa cada recoveco del concepto: el ambiente es jovial; la propuesta es fresca y sugerente, despojada de pretensiones vacuas; el servicio es cálido y luminoso; los vinos son naturales y sinceros. De jueves a domingo sirven almuerzos populares y comidas; los viernes y sábados también cenas.

“Mis padres, María Ángeles y Juanjo, cogieron las riendas de este bar hace 9 años porque querían cambiar de aires. Mi padre había nacido aquí, en Pla de Corrals, y hasta entonces había sido diseñador de moda”, cuenta Nando Chafer a Guía Hedonista. No proceden de una saga hostelera, pero este joven de Ontinyent tuvo claro que lo suyo era la cocina: se ha formado en restaurantes como Montia, Mugaritz, Nerua o Noor. También tuvo su proyecto propio en Valencia, llamado Croco, pero que duró un año. “Aprendí que no había que tener miedo a hacer las cosas, a fallar. Lo que pasó con Croco es que no entraba suficiente gente como para sostenerlo así que cerré, no le debía nada a nadie y me fui”, explica. Hace un par de años, Nando volvió y su padre se jubiló.
Noe, por su parte, estudió Derecho y opositó para jueza durante 5 años… hasta que se dio cuenta de que ese no era su destino deseado. “Luego trabajé un año en una asesoría y vi que eso no era para mí, así que fui a ayudar a Nando y a sus padres en el restaurante, me gustó mucho… y me quedé”. Ahora dirige la sala y es una apasionada de los vinos naturales. Ha estudiado el WSET 1 y ya está pensando en lo siguiente.
Desde noviembre de 2024, Casa Raquel es un proyecto común y compartido: el de esta pareja de treintañeros con carisma y pasión que han sabido interpretar un legado, leer entre líneas y atreverse a emprender, a habitar lo rural donde otros solamente ven el vacío. Cuando Nando y Noe cogieron el timón de Casa Raquel, hicieron pequeños grandes cambios, como empezar a cerrar de lunes a miércoles, reducir las horas de trabajo, poner mantel de tela o rediseñar la carta de vinos. “Fuimos radicales desde el principio, queremos que nuestros comensales conozcan el trabajo de bodegas pequeñas y que se dejen aconsejar. Comenzamos teniendo 10 blancos y 10 tintos y ahora tenemos unas 70 referencias, todas de España y Francia”. En sus días libres visitan proyectos vitícolas y pasan horas con viticultores como Cristóbal Vanyó, creador de Cos a Cos, en Carrícola. “Otros apasionados y productores de vinos naturales como Bodegas Pigar, Devotio o La Zafra también nos inspiran y nos ayudan”, reconocen.
Ya tienen platos icónicos, como las mollejas de ternera, que en nuestra última visita Nando preparó con puré de chirivía, seta negra, Oporto y kale frito. La ensaladilla la versionan constantemente: la de la fotografía que acompaña a este artículo lleva trucha de río. “No podemos olvidar que somos un bar de pueblo, queremos versionar las tapas de siempre”, nos cuentan. Otra de sus creaciones estrella es la berenjena con tomate y cebolla, tanto a la brasa como al horno, queso de romero de El Parral, caballa curada y sopleteada y leche de almendra. O las manitas de cerdo a la plancha con gamba, salsa brava y picada de perejil, cacahuete y ajo. Imperdible también el sepionet con alcachofas, holandesa y panceta curada. Pero son solamente algunos ejemplos, porque van cambiando la propuesta al ritmo de las estaciones y cada vez te encontrarás algo nuevo. También hacen, por encargo, unos suculentos gazpachos de liebre y perdiz o fideuá de pato y foie. De postre, hay que pedir la tarta de chocolate 70%, que además no lleva gluten, ya que la elabora con harina de almendra. O la cuajada de leche de oveja de El Parral recién ordeñada con calabaza de temporada al horno y miel de un apicultor local.



La carta cambia según el producto que tienen, de cercanía y de temporada, y las apetencias y ocurrencias de Nando. Trabaja las verduras con Arat, los quesos de la Quesería Granja El Parral de Barxeta, las carnes y embutidos de Ontinyent, el pescado del Mercat Central de Valencia, los brotes de Germinia (Xátiva), el pan del Horno de Pascual, de Llocnou. Nando tiene muy interiorizada esa cooperación con productores locales, le surge de manera innata.

Tienen mucha clientela de la zona, sobre todo a la hora del almuerzo (sirven unos 100 cada día los fines de semana), pero también comensales de Alzira, Carcaixent, Xátiva, Valencia, Ontinyent o Gandía. También ciclistas y, sobre todo, muchos amigos que se desvían de su ruta para comer en Casa Raquel. Porque es hogar, es ese lugar al que te apetece llegar cuando vuelves de viaje, ese sitio al que siempre quieres regresar por cómo te hacen sentir.