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Claudia Piñeiro: “La novela negra tiene que subvertir las características del género”

  • Claudia Piñeiro en Valencia Negra
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VALÈNCIA. Dentro de la novela negra hay todo tipo de relatos. Más sangrientos, menos, más pomposos, más austeros… Por norma suele haber un crimen o una muerte por resolver aunque para la escritora chilena Claudia Piñeiro la magia del género es que se puede jugar con todo y así lo ha demostrado en el cierre del festival Valencia Negra. En su nueva novela La muerte ajena (Alfaguara) hay una muerte triplicada, la de una joven llamada Juliana que se precipita desde un quinto piso en el barrio de la Recoleta. Cae desde el departamento de un reconocido empresario argentino, por lo que el tema se vuelve de candente actualidad. Para “resolver” el caso, Piñeiro crea a Verónica Balda, una periodista que conduce uno de los programas de radio más escuchados de la mañana.

Su curiosidad periodística y su relación con la víctima lleva a Piñeiro a generar un relato que se divide en tres partes matando una y otra vez a Juliana. El lector aborda diferentes puntos de vista en los que tiene que confiar en su criterio para acusar al posible asesino, y la escritora le va dejando algunas pistas entre las notas de prensa, las descripciones de Verónica y los testimonios de los vecinos del edificio. Generando una lectura múltiple Piñeiro reinventa las normas de la novela negra a la que siente que no tiene que “rendirle cuentas” siempre y cuando se divierta escribiendo. 

 

-¿Por qué empleas la narración a tres voces?

 

-Me gusta plantearme el enfoque narrativo desde el principio e innovar, en esta novela mostramos a distintas personas viendo la misma situación desde diferentes ángulos y nunca se llega a desvelar cuál es la verdad. Es algo inaccesible de alguna manera y conforme avanza la lectura cada vez se vuelve más complejo vislumbrar quién tiene la razón, es lo que en narrativa se comprende como narrador no confiable.

 

-¿Se puede ceder el testigo a un narrador no confiable para resolver un asesinato?

 

-Es divertido imaginar cómo el lector se cree que los narradores le están mintiendo. Me parece que lo mejor para contar esta historia era tener varios narradores y que el lector tuviera que esforzarse por entender dónde está la verdad. Es una réplica al momento actual que vivimos entre las fake news y las imágenes generadas por Inteligencia Artificial. En el siglo XXI estamos siempre cuestionándonos cuál es la versión verdadera de las cosas. 

 

-Sin embargo, en el relato no se entra en detalles sobre la muerte, se huye de esa parte más morbosa con descripciones tan sutiles como “la tiza que rodea al cadáver”.

 

-No me interesa caer en el morbo, quiero tratar con mucho cuidado las escenas más violentas. Lo que quiero es hablar de cómo las mujeres son manipuladas por el poder o por el servicio de inteligencia, más que hablar de la sangre y del crimen.

 

-¿No va eso en contra de las normas de la novela negra?

 

-Creo que esta historia tiene ciertos ingredientes de novela negra, pero a la vez considero que no tiene que responder a todas las características del género, sino más bien subvertirlas. Me gusta expandirme y no responder a las típicas preguntas que llevan a la resolución del crimen, lo que hago es entretenerme por el camino. No siento que deba rendirle cuentas al género, lo que tengo que hacer es tomar de este las herramientas que más me interesan para contar una historia de dos hermanas que se enfrentan a un nuevo mundo. 

 

-¿Por qué te interesa centrarte en el relato familiar de dos hermanas?

 

-Me parece que la familia tiene una conexión especial. Esta novela más que un thriller es la historia de dos hermanas que se conocen a través de un accidente. De ahí nace una conexión literaria que no se podría haber dado antes por circunstancias de la vida, pero que en la novela se va detallando. El libro habla sobre una herida mal cerrada, de una hermana mayor abandonada por su padre y de una historia que cobra un nuevo significado tras el accidente.

 

  • Claudia Piñeiro en Valencia Negra -

 

-También lo haces en tu anterior novela El tiempo de las moscas, en la que te centras en la realidad de una relación entre madre e hija.

 

-En mis novelas acabo conectando con las conexiones emocionales y los lazos familiares. Recuerdo el inicio de Anna Karenina en el que dice que “todas las familias felices se parecen, pero las infelices lo son cada una a su manera”, de su forma particular. Me interesan las familias particulares y las que se atreven a mostrar sus costuras, sus dramas y sus conflictos. Esta relación de dos hermanas refleja cómo se relacionan con el mundo que les rodea y el resto de familias del mundo.

 

-¿Dirías que se pasa de un relato más íntimo y familiar a lo social?

 

-Comprendo la sociedad como un conjunto de personas y de familias, si no sería algo vacío. Hay familias con ciertas características que las distinguen de las demás y cada relato familiar es una pequeña excusa para adentrarme en una pequeña parte del mundo. 

 

-El libro también está plagado de recomendaciones “ocultas” de series y libros entre los capítulos, ¿a qué se debe?

 

-Me dan ganas de transmitir las cosas que me gustan a través de la novela, no me va la idea de reservarme esos contenidos. Tengo lectores que me confiesan que se hacen listados con algunas de mis recomendaciones y eso me encanta, me parece una manera muy bonita de influir. Además, hace más de diez años que trabajo en la radio donde hago recomendaciones de cine, teatro y libros, así que forma parte de mí.

 

-En cierto punto de la novela, Verónica piensa en voz alta y dice que “en el periodismo hay un lapso de tiempo en el que los muertos siguen vivos en el discurso hasta que el lenguaje los mata”. Quería preguntarte por la importancia que tiene para ti esa “fuerza” del lenguaje, ya que en el libro la protagonista muere hasta tres veces entre los capítulos.

 

-Creo que la literatura sabe matar con calma y con dulzura mientras el lenguaje construye una realidad también. Me fascina pensar cómo las palabras pueden explicar lo que pasa y cuanto más rico es un discurso mejor se entiende. Tanto en periodismo como en literatura buscamos en exceso la palabra precisa que nombra lo que queremos contar y mi libro va justo de eso, de la “muerte ajena” que es aquella que no se quiere nombrar.

 

-¿Por qué titulas por La muerte ajena?

 

-Me parece poético pensar como de ajena es esta palabra que está en nuestro lenguaje cotidiano y que en este caso me sirve para hablar de una muerte que “importa un rato” en los noticieros. En la novela esta muerte deja de ser ajena cuando Verónica comprende su relación con Juliana, pero me gusta el juego que genera este término.

 

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