Opinión

Revista Plaza Principal

La vida a cara o cruz

Circo y Carpa

Publicado: 01/06/2025 ·06:00
Actualizado: 01/06/2025 · 06:00
  • Ilustración para el artículo Circo y Carpa
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Lutero, que creía que la salvación se lograba únicamente por la fe y la gracia de Dios y no le gustaban las corruptelas y el negocio de las indulgencias de la poderosa Iglesia católica, tras montar un circo, fundó la Iglesia luterana.

A Calvino, que no le gustaba la Iglesia luterana porque Dios tenía un punto demasiao enrollao y comprensivo, fundó la iglesia calvinista, donde había que temer a un Dios soberano y mal encarado.

A Enrique VIII tampoco le venía muy bien aquello de la rigidez católica y que le negaran el matrimonio tantas veces como quisiera, así que la acabó mandando a paseo, como a sus exes, y fundó la Iglesia anglicana.

A John Smith no le gustaba la iglesia anglicana, demasiado desmadre cuando lo que se necesitaba era orden, así que fundó la Iglesia bautista, donde la Biblia se tomaba con tal literalidad que hasta prohibieron el baile, a las mujeres en especial.

A Willian Miller lo de tomarse la Biblia tan al pie de la letra no le venía bien, y fundó la Iglesia adventista, basando sus creencias en la fe, la esperanza y prometiendo que Cristo regresaría en 1844. (Spoiler: no apareció ni Dios). Como a Ellen G. White le gustó mucho lo que Will había dicho, fundó la Iglesia adventista del séptimo día. Y para reparar la gran decepción sufrida, fundamentó que la profecía se refería al retorno de Jesús en el santuario celestial y no en el plano físico. Y ahí que siguen esperando.

Charles Taze Russel, cansado de los cuentos adventistas, fundó la Iglesia de los testigos de Jehová, que no tragan con lo del Dios uno y trino. Para ellos Dios es solo uno, Cristo es su hijo y los derechos humanos nos los pasamos por el forro. ¿Está claro? Y, por cierto, nada de sexo fuera del matrimonio, ni de relaciones entre mismo sexo, ni hablar del aborto, ni de suicidarte, ni del alcohol, ni las drogas, ni tabaco, ni apuestas... ¡Justo lo que yo predico! John Wesley tampoco podía con la Iglesia anglicana y fundó la Iglesia metodista, que sermoneaba hasta aburrir. Por cierto, Trump es fan de Norman V. Peale, un metodista criticado por prometer soluciones rápidas a problemas complejos, que declaró que Donald era su mejor discípulo. ¡Vaya!

Joseph Smith acabó hasta el gorro del sermoneo metodista y, para animar, fundó la Iglesia de Jesucristo de los santos de los últimos días, la de los mormones, donde Jesús es el delantero estrella, Dios es el único mister y máster celestial y nuestro cuerpo, el campo de juego. Y para ser más que los aficionados al Jehová, incluyó el café y el té en la prohibición. Pero, a cambio, y como reclamo molón, en su rama más fundamentalista, permitió la poligamia. La mujer sirve al hombre y punto pelota.

Los metodistas eran tan taladro que, algunos de sus pastores, hartos de tanto sermón, fundaron la Iglesia pentecostal, donde además de predicar el descenso del Espíritu Santo —¡ganazas de verlo por aquí, por Masarrochos!— descubrieron que financiarse a través de inversiones en bolsa, el mercado inmobiliario y las telecomunicaciones también era una forma de evangelizar.

A muchos, los negocios de la Iglesia pentecostal les pareció un pasote, y crearon iglesias como Luz del mundo, Iglesias de Cristo, Asambleas de Dios, Fraternidad cristiana, Mega Frater, Iglesia cuadrangular, Ministerios de Ebenezer, Iglesias verbo, Opus Dei, Ministerios El Shaddai, Iglesia miel, Camino neocatecumenal, Cánones de Dort y miles más. Todas alinean a los mismos jugadores para atraer clientes y sacar el mayor provecho en nombre de Dios. Lo importante es llenar la carpa. Los valores universales, que los cristianos se supieron apropiar, quedan ya en el olvido. Mucho circo y poco más.

* Este artículo se publicó originalmente en el número 126 (mayo 2025) de la revista Plaza

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